DICTADURA

PERÍODO AUTORITARIO (1973-1984)
Para estudiar  este período utilizararemos la  periodificación que establece la existencia de tres etapas, no sólo de la política del gobierno, sino de su relación con las respuestas que la sociedad uruguaya planteó:
1. La “dictadura comisarial” (1973-1976)
2. El “ensayo fundacional” (1976-1980)
3. La “transición democrática” (1980-1985)
En la primera etapa  el gobierno dictatorial, prohibiendo la actividad política y sindical, reduciendo a cero la libertad de prensa, persiguiendo, destituyendo de la actividad pública,  obligando al exilio o apresando a los que consideraba enemigos del régimen. Al mismo tiempo se emplearon medios publicitarios y de prensa para justificar las medidas adoptadas. La dictadura se fue endureciendo aún más durante los años 75-76, cuando se efectuarían supuestamente las elecciones. Por otra parte, en el terreno de las relaciones exteriores este período se caracterizó por un establecimiento de estrechas relaciones con otros regímenes dictatoriales de América Latina, por ejemplo el de Chile. El año 76 mostró en primer lugar un aumento de la represión, y en segundo lugar las crecientes diferencias entre las Fuerzas Armadas y Bordaberry, que terminaron en el relevo de este último el 12 de junio, aplazando asimismo sin fecha las elecciones. Por otra parte, la sociedad uruguaya se vio profundamente conmovida en mayo por el asesinato en Buenos Aires de dos ex legisladores, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
La segunda etapa se caracterizó por un intento de consolidación institucional que ignoraba a la clase política -a la que acusaba de relaciones con la subversión marxista- y proclamaba la necesidad de una “renovación total”. Al mismo tiempo comenzaban los problemas con el gobierno norteamericano y con organismos internacionales que reclamaban por el avasallamiento de los derechos humanos en el país. Una de las fuentes de estos reclamos se debió a la acción de políticos en el exilio como Wilson Ferreira Aldunate. En 1980 el proyecto de reforma constitucional es plebiscitado, acompañado de una gran campaña política a favor y la crítica a los opositores. A pesar de las previsiones, el Sí (42% de los votos) fue derrotado por el No (57,9% de los votos). Las organizaciones sociales, religiosas y sindicales -así como la clase política en su gran mayoría- se habían movilizado en silencio, sorprendiendo profundamente al gobierno militar.
La tercera etapa estuvo claramente impregnada por el resultado de las urnas. La propuesta militar mostraba un gran desconocimiento de la sociedad uruguaya. Y a pesar de algunos intentos últimos -como la formación de “un partido del proceso”- se iba casi inevitablemente hacia la democracia.
A partir de allí fue fácil percibir una reactivación de la actividad política, sindical y estudiantil que eran imposibles de detener a pesar de las prohibiciones. Al mismo tiempo las Fuerzas Armadas comenzaron a manifestar de una manera más clara sus diferencias internas. Las elecciones internas de los partidos políticos de 1982 fueron una manifestación más de unidad política reactivada en la que nuevamente se pondría a prueba la adhesión o el rechazo de la sociedad uruguaya al régimen imperante. Es necesario recordar que continuaba la proscripción de los partidos de izquierda, a lo que se agregó una campaña dedicada nuevamente a forzar la permanencia de una situación que se deterioraba día a día. Hubo procesamientos y citaciones a líderes políticos de los partidos tradicionales y clausura de órganos de prensa que se consideraban opositores. Pero, nuevamente, la oposición a la dictadura ganó la votación dentro de cada partido tradicional. A lo largo de los años 83 y 84 se produjo una serie de acontecimientos que demostraban claramente la reactivación de la vida política y sindical y un apoyo creciente de la sociedad uruguaya a una salida que permitiera recuperar la democracia perdida.

De cualquier manera, en ese período fueron cada vez más frecuentes los contactos entre políticos y militares en la búsqueda de una “salida pactada”. En ese marco se realizaron las elecciones de noviembre de 1984.
La verdadera transición democrática, según Gerardo Caetano se inició con la asunción de las autoridades constitucionales electas en los recortados comicios de 1984 (con personas y partidos proscriptos). La democratización incluía temas como amnistía para los presos políticos, investigación y  despacho a la justicia sobre la autoría y responsabilidades de las gravísimas violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura, restitución o compensación a los funcionarios públicos destituidos, regularización en el funcionamiento de las instituciones.



 *Caetano, G. y J. Rilla: “Breve historia de la dictadura”, EBO, 1987, págs. 9-10

[…] se ha buscado clarificar la exposición mediante la utilización de un criterio de periodificación que pudiera funcionar a la vez como eje orientador de todo el trabajo. Es así que hemos seguido puntualmente la periodificación diseñada por el politicólogo uruguayo Luis E. González, la que en su parte medular plantea que los doce años del régimen autoritario reconocerían tres etapas claramente distinguibles:
1)la etapa de la “dictadura comisarial”, que se extendería entre 1973 y 1976; 2)una segunda que dicho autor denomina del “ensayo fundacional”, que se prolongaría hasta 1980;
3)y finalmente la última, dominada por la “transición democrática” y que concluiría “formalmente” —aunque no en muchos aspectos sustantivos— con la asunción de las autoridades legítimas en 1985.
El registro de estas tres etapas sucesivas permite a nuestro juicio una aproximación valedera a lo que constituyó la trama y el itinerario fundamentales del régimen militar, al tiempo que también refiere a la evolución en las respuestas de la sociedad civil ante los desafíos supervinientes de los cambios de contexto. A su vez, cada una de esas tres etapas se identifica con “momentos” y “proyectos” especialmente significativos del período de la dictadura.
Durante el primer período de la llamada “dictadura comisarial”, lo políticamente distintivo podría sintetizarse en esa perspectiva como la carencia de un proyecto político propio del régimen, sumado a una intención manifiesta en la tarea de “poner la casa en orden”, para reconstruir luego una vida política “saneada”, más o menos democrática.
De acuerdo siempre a la periodificación de González, en 1976 se opera un cambio cualitativo del régimen autoritario inaugurado en 1973, abriéndose la etapa del “ensayo  fundacional”, en la que se busca echar las bases del nuevo orden político a construir. Se enfatiza que en el caso uruguayo (a diferencia de lo ocurrido en otros países latinoamericanos) la dictadura nunca habría llegado a configurar un verdadero “proyecto fundacional”, por lo que se prefiere hablar tan solo de “ensayo”.
En esa misma dirección, el proyecto de reforma constitucional plebiscitado en 1980 habría configurado el modelo final del “orden político” ideado por el régimen. Su rechazo, al tiempo de cerrar definitivamente el “ensayo fundacional”, abrió el campo a la “transición” hacia la democracia.
En realidad, “lo comisarial”, “lo fundacional” y “lo transicional”, además de referir — como veremos— los énfasis de cada una de esas etapas señaladas, constituyeron tendencias que de algún modo siempre coexistieron al interior del régimen. La dictadura en este sentido osciló con frecuencia entre lo restaurador y lo innovador, entre la “vuelta” a “lo viejo” y la “fundación” de “lo nuevo”, en un juego pendular que muchas veces sustentó marchas y contramarchas en diversos niveles de la política gubernamental.


Fragmentos de los textos de propaganda y del articulado del proyecto constitucional de 1980
* DINARP: “La nueva Constitución. ¿Por qué? ¿Para qué?” (XI/1980)
“Una Constitución para nuestro tiempo.”
“ La presente Constitución, que se tacha de militarista, es, por el contrario, un intento del Gobierno y de las Fuerzas Armadas, de resolver por el Derecho lo que en el pasado crítico hubo que defender por las armas. Es la adecuación de las normas constitucionales a los problemas que debe enfrentar el Uruguay de hoy. Es la forma de evitar que algún día las Fuerzas Armadas tengan que volver a intervenir para resolver los graves problemas que genera el desgobierno; los graves problemas que genera la actitud omisa de los responsables de conducir los destinos del país.”
Sección IV. De la forma de gobierno y sus diferentes poderes
Capítulo II
Artículo 78
Es competencia directa de las Fuerzas Armadas la ejecución de las medidas tendientes a la preservación de la seguridad nacional, así como su intervención o representación en organismos o actividades que tengan relación con aspectos concernientes a la seguridad o a la  soberanía nacionales.
La seguridad nacional es el estado según el cual el patrimonio nacional en todas sus formas y el  proceso de de desarrollo hacia los objetivos nacionales, se encuentran a cubierto de agresiones internas o externas.


Artículo 79
Habrá un Consejo de. Seguridad Nacional, el que actuará preceptivamente en lo relativo a la seguridad nacional y cuya presidencia ejercerá el Presidente de la República.
Sin perjuicio de lo establecido en el inciso siguiente el Consejo de Seguridad Nacional estará integrado por miembros permanentes y por miembros eventuales, según lo determinare la respectiva ley que requerirá la iniciativa privativa del Poder Ejecutivo y la aprobación por los dos tercios de votos del total de componentes de cada Cámara. Los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas serán miembros permanentes del Consejo. El Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas será Secretarlo del mismo.
El Consejo de Seguridad Nacional será convocado por el Presidente de la República o a solicitud de dos de sus miembros permanentes.

El CO.SE.NA. no suplanta al poder político
EL COSENA (Consejo de Seguridad Nacional), fue creado por estas imperiosas razones por el propio poder político, por el gobierno regular, elegido democráticamente por el pueblo; no es un invento del proceso que siguió a la crisis institucional. Y existe desde hace más de cincuenta años en otros países que son auténticas democracias (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania Federal, etc.) permitiendo una actuación gubernamental más armónica y más eficiente. Si en el Uruguay no había aparecido con anterioridad, es porque no había existido hasta entonces un peligro grande para la seguridad del país. La institucionalización del Consejo de Seguridad Nacional que dispone la nueva Constitución, no significa que suplante al Presidente, sino que lo auxilie adecuadamente y en tiempo en el campo de su especialidad. Ello es así –pese a interpretaciones capciosas dado que no todo problema es problema de seguridad. Este surge solamente cuando se compromete la independencia o la soberanía del país, el orden interno o el funcionamiento institucional. Si no, no hay problema de seguridad. Cuando se piensa que todo va a ser considerado problema de seguridad, se está pensando con un preconcepto injusto para con los hombres encargados de la conducción militar, hombres que ostentan los más sanos e intachables antecedentes morales.

Candidato único ¿Por qué?
Con esta Constitución, nuestro país sale de una profunda crisis institucional y pretende entrar en la normalidad. Pero para ello es necesario un período de transición. Un período de transición de gran responsabilidad, porque significa poner en marcha un esquema nuevo de institucionalidad y significa sacar al país de un período de ocho años de limitaciones al ejercicio de los derechos cívicos y en general al ejercicio en plenitud de todos los derechos ciudadanos.
Por ello se requiere un Presidente que merezca el respeto general de todos los centros de poder que existen en nuestra sociedad. Porque para que ese Presidente pueda actuar con eficacia tiene que tener el mayor respaldo popular posible. Y en ese sentido, se piensa que un candidato único es la respuesta adecuada al momento institucional que vivimos, como nos enseña la historia que lo fue en otros momentos especiales de nuestro país, cuando acuerdos patrióticos posibilitaron la elección de un candidato de unión nacional. De manera que la fórmula no es nueva en el Uruguay y tiene una finalidad positiva, llevándose a cabo por el acuerdo de las dos colectividades tradicionales de nuestro país, que representan a la inmensa mayoría del cuerpo electoral.

Mis muchas razones para el “NO” *Dr. Enrique Tarigo “Opinar”, 27.11.1980, pág.3
Cuando este ejemplar de OPINAR llegue a las manos de los lectores estarán faltando  apenas setenta y dos horas para que se abran los comicios fijados para el domingo 30 de noviembre. Como la misión de OPINAR es opinar, debo adelantar en setenta y dos horas algo así como una contabilización o un balance que viene creciendo en mi espíritu desde hace no menos de un mes y que, de no existir OPINAR bien podría haber postergado hasta la vísperadel plebiscito.

He de votar por “NO” el domingo venidero porque soy demócrata y esta Constitución que se nos propone es una Constitución antidemocrática, porque ha sido proyectada, elaborada y aprobada sin la participación de los representantes del pueblo soberano y porque contiene soluciones concretas que implicarían, para el futuro, el desconocimiento de la soberanía popular.
He de votar por “NO” el domingo venidero porque soy liberal, es decir porque creo en la libertad como valor superior del hombre civilizado, y aún sabiendo y admitiendo que la libertad no puede ser ni irrestricta ni ilimitada y que la seguridad es el precio a pagar para gozar de la libertad, no puedo aceptar este proyecto de Constitución que sustituye la libertad por la seguridad, este proyecto para el que todo es “seguridad” y que todo lo sacrifica, incluso la libertad, en aras de la “seguridad”.

He de votar por “NO” el domingo venidero porque me siento consustanciado, desde
siempre, desde mi cuarto abuelo don Santiago Vázquez; Constituyente de 1830 y Ministro
de Rivera, con uno de los dos Partidos tradicionales del país, con el Partido Colorado, y este
proyecto constitucional propicia la desintegración de los Partidos tradicionales, su
fragmentación, su atomización, en la medida en que impide que coexistan dentro de cada
uno de los dos grandes Partidos, corrientes, tendencias, alas o sectores, que siempre han
existido y que siempre deberán existir en el seno de las grandes colectividades partidarias.
He de votar por “NO” el domingo venidero porque soy profundamente batllista, con lo
que todo ello implica de definición ideológica en materia política y en materia social, y este
proyecto de Constitución quiere suprimir de una plumada al Batllismo y a todos y cada uno
de los sublemas de cada uno de los dos grandes Partidos históricos.
He de votar por “NO” el domingo venidero porque este proyecto, desmintiendo ciento
cincuenta años de tradición civilista, propone la coparticipación en el Gobierno del poder
civil y del poder militar, con predominio absoluto del poder militar sobre el poder civil.
He de votar por “NO” el domingo venidero porque este proyecto menoscaba la función
del Parlamento, al que reduce en grado sensible sus facultades de iniciativa legislativa y de
control sobre el Gobierno.
He de votar por “NO” el domingo venidero porque este proyecto menoscaba la
independencia del Poder Judicial al sujetar la designación de los jueces por parte de la Alta
Corte de Justicia al acuerdo previo e imprescindible del Poder Ejecutivo.



Plebiscito: opiniones  sobre el resultado a) A. Méndez: “Es una derrota para el pueblo”*“El Día”, 2.12.1980, pág. 12
–Sr. Presidente: concretamente el resultado a favor del NO, ¿puede tomarse como una derrota del gobierno?
–Yo estimo que no. La palabra no es adecuada. Obligado a aplicarla en una contestación, diría que en todo caso es una derrota para el pueblo. Y lo digo sin que ello importe una crítica, porque respeto la voluntad popular y la acato. Sino porque entiendo que al votarse en ese sentido, se van a dilatar una serie de soluciones, que en el texto constitucional proyectado se resolvían expresamente y en términos que disipaban toda duda. Ahora sin el SI tendremos que rever el problema y ya no estamos en condiciones de adelantarle, por lo menos en este momento, cuál va a ser la salida inmediata.

b) Enrique E. Tarigo: “30 de Noviembre de 1980: Fecha para la historia”
“Opinar”, 4.12.1980, pág. 24
Para la mejor historia de la República, para la historia de los días fastos, fecha que permanecerá imborrable a través de los años y en el recuerdo de generación tras generación. El 30 de noviembre de 1980 –hace apenas cuatro días de ello y por eso no hemos terminado de hacer conciencia al respecto– marcará, definitivamente, el día en que el pueblo uruguayo, la gran mayoría del pueblo uruguayo dijo “NO” con una enorme voz, con la enorme voz de novecientos mil de sus hijos, a un proyecto constitucional que era una enorme aberración. [...]
Queremos aprovechar hasta la última línea de este editorial que no pensamos poder escribir, para señalar y para destacar la conducta magnífica del pueblo uruguayo, su abnegación, su independencia de juicio, su libertad de criterio, su resistencia pasiva ante una propaganda abusiva, mal ideada por malos vendedores de jabones que se creen especialistas publicitarios y que el Gobierno de la República, cualesquiera sean las diferencias que nos separan de él, y son muchísimas, jamás debió permitir o aceptar que se difundiera en su nombre.
Porque el acto plebiscitario, considerado en sí mismo, fue correcto y limpio, y así hay que señalarlo.
c) J. Tagar: “El principio del fin de las dictaduras en América Latina”*”EL PAÍS” - Internacional - 01-12-2005  http://www.elpais.es/articulo/elpepiint/20051201elpepiint_16/Tes/principio/fin/dictaduras/Am%E9rica/Latina
El autor señala que hace 25 años comenzó en Uruguay el declive de los regímenes militares que dominaban la región. JOAQUÍN TAGAR*
Ayer se cumplieron 25 años de una fecha que muy pocos recuerdan, pero que fue el principio del declive de los Gobiernos de hecho, las dictaduras militares, en América Latina. El 30 de noviembre de 1980, los militares uruguayos perdieron el referéndum constitucional con el que intentaban institucionalizar el régimen inaugurado en 1973, cuando el presidente Juan María Bordaberry se plegó a los deseos de los militares disolviendo el Congreso. Era la primera vez que los militares perdían una consulta popular en el continente y abrió el camino a otras.

Viví ese acontecimiento en la capital uruguaya y recuerdo que cuando envié las primeras crónicas hablando de la posibilidad de que los militares perdiesen el referéndum, alguien desde la redacción me preguntó si no estaba confundiendo mis deseos con la realidad. Los días previos había una extraña sensación de euforia contenida en la calle. Era la primera vez, en siete años, que la política se había adueñado de las calles y los partidarios del no – los dirigentes partidarios que no vivían en el exilio, fuerzas sindicales y cívicas y algún periódico– conseguían trasladar a los ciudadanos sus argumentos. Sucedió algo muy extraño entonces, hubo más alegría contenida en los días inmediatamente anteriores al plebiscito que en los posteriores. La gente se sentía feliz de volver a participar en política; sin embargo, una vez celebrada la consulta, el régimen militar volvió a cerrar la mano y, junto al desconcierto de las Fuerzas Armadas –hasta el 2 de diciembre, ningún portavoz hizo una valoración del resultado– y la prohibición de manifestaciones para celebrarlo, dictada esa  misma noche, hizo que la satisfacción se reflejase en los rostros de los ciudadanos, que al día siguiente, una espléndida jornada de primavera, volvían más sonrientes a su actividad cotidiana.

¿Por qué fue posible aquel resultado? El vicealmirante Hugo Márquez, comandante en jefe de la Armada, hizo una declaración a la prensa en la que empezaba diciendo: “Como  uruguayo y como demócrata acepto el resultado del plebiscito constitucional”; lo primero era cierto, lo segundo era muy dudoso. El golpe de los militares siete años antes se olvidó de neutralizar una institución vital en toda democracia, el aparato electoral. Durante los años de la dictadura, la junta electoral siguió funcionando con toda normalidad, actualizándose y manteniendo viva la institución en todo el país, y eso hizo imposible cualquier intento de manipulación de voto en un plebiscito como el que convocaron los militares uruguayos. Momentos antes de cerrarse las urnas se dieron cuenta de que su suerte estaba echada, y el general Núñez, ministro del Interior, dirigió un mensaje a la nación en el que manifestaba
que no les preocupaba el resultado porque no tenían apetito de poder, se refería a las Fuerzas Armadas, “son y se sienten pueblo y no casta”, añadió; era una forma de curarse en salud. Hay que tener en cuenta que estábamos en un momento particularmente duro en Latinoamérica: en Argentina, el general Viola estaba a punto de sustituir al general Videla en la presidencia; en Chile, el general Pinochet acababa de ganar, unos meses antes, un referéndum que aprobó una Constitución a su medida, era la época de la coordinación de las dictaduras del Cono Sur para perseguir a los políticos opositores, organizando atentados y macabras caravanas de la muerte.

La excepción a las dictaduras en Latinoamérica, en ese momento, eran México –que vivía una transición al pluralismo que culminaría con la derrota del PRI, en las elecciones del año 2000–, Costa Rica, Venezuela, Colombia y Ecuador, donde el presidente Roldós intentaba dar salida a un país recién abierto a la democracia. En Estados Unidos, Ronald Reagan había ganado las elecciones e iba a producir un cambio en la política hacia sus vecinos del sur que supondría un nuevo balón de oxígeno para los Gobiernos fácticos del continente.

A partir de entonces se inició un duro camino en Uruguay. Se abrió la negociación de los partidos y los militares para buscar una salida que culminó en agosto de 1984, cuando los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y los representantes de los partidos firmaron el “acuerdo del Club Naval”. El acuerdo ponía las bases de la vuelta a la normalidad institucional, que culminó con las elecciones del 25 de noviembre de ese mismo año en las que Julio María Sanguinetti fue elegido presidente. Para entonces, ya los militares argentinos habían abandonado el poder después del desastre de la aventura militar de las Malvinas, y Alfonsín trataba de enderezar una crisis económica que acabaría con su presidencia antes de tiempo, para no dejar de cumplir la negra tradición de los presidentes radicales: no
terminar su mandato constitucional. Brasil recobró también en 1985 un Gobierno elegido, pero la definitiva institucionalización de la democracia no se conseguiría hasta la aprobación de la Constitución de 1988, actualmente vigente. En ese mismo año, octubre de 1988, el general Augusto Pinochet –hoy procesado por varios delitos de represión y evasión de impuestos– perdería un referéndum para prolongar su mandato, tal como preveía la Constitución que los chilenos habían aprobado en 1980. En definitiva, a lo largo de la década de los ochenta, la mayoría de los países de la
región fueron recobrando las instituciones democráticas, y a eso contribuyó de manera eficaz la existencia en España de un Gobierno que había establecido una nueva política de cooperación y apoyo decidido a los procesos de democratización. El resultado se plasmó en Guadalajara (México), en la celebración de la primera cumbre iberoamericana, en la que sólo había un uniforme militar, el del comandante Castro, presidente de Cuba. Hoy, la democracia en Latinoamérica tiene otros problemas, pero no está en peligro ni amenazada por los militares. Es necesario acercar las instituciones a los ciudadanos y hacer partícipes a  todos de los servicios básicos, educación y salud, que son los mejores instrumentos para repartir los ingresos generados en estos años de crecimiento económico en la región, después de una década de depresión que ha sembrado dudas entre los ciudadanos sobre la
bondad del sistema democrático. *Joaquín Tagar es periodista especializado en Latinoamérica

La transición Las elecciones internas de 1982

a) “Nuestro compromiso con la Libertad”(Declaración de ACF, Movimientos “Por la Patria” y “Nacional de Rocha”, noviembre de 1982)
 “Ya no se trata —como hasta ayer— de manifestar con calor de corazón, la adhesión al Partido de las preferencias sentimentales o de los agradecimientos personales; Ya no se trata —como hasta ayer— de sólo resolver cuál será el líder más votado entre los competidores electorales o quiénes, de entre ellos, merecen una banca parlamentaria Ya no se trata —como hasta ayer— de decidir simplemente qué fuerzas prevalecerán en el próximo período de Gobierno ni de exigir a los candidatos sólo una práctica honrada en Ministerios y Administraciones. Hoy, cada uruguayo debe resolver si desea o no reanimar la vida nacional sin sacrificar ni vender sus razones encarnados en la tradición nativa…”

b) Dr. Enrique Tarigo: “Nuestro Programa de Principios”*“Opinar”, 2.9.1982, pág. 3
La Ley Orgánica de los Partidos Políticos exige, entre tantos otros requisitos, que cada agrupación política perteneciente a uno u otros de los tres Partidos que habrán de participar en las elecciones internas del 28 de noviembre de 1982, presentaran ante las autoridades electorales de su departamento, el “Programa de Principios que la agrupación se propone desarrollar”. En cumplimiento de tal exigencia legal, el viernes de la semana anterior, al registrar la lista que tenemos el honor de encabezar dentro del Partido Colorado y del sublema Batllismo, caracterizada por el distintivo de “Libertad y Cambio” entregamos el documento que contiene el programa de nuestra agrupación y que publicamos íntegro en nuestra edición de hoy. No pretendemos, todo lo contrario, que el lector sustituya su lectura –aunque el documento pueda resultar un poco extenso– por el comentario que de él habremos de hacer en este editorial pero tampoco queremos dejar pasar sin comentario el Programa de esta agrupación electoral: De esta agrupación que, bueno será repetirlo una vez más, no pretende erigirse en un nuevo sector político dentro del Batllismo tal como ellos existieran en otras épocas, sino que aspira únicamente, a través de su representación en la Convención del Partido, que deseamos sea amplia y fuerte, bregar por la consolidación de la unidad del Batllismo y del Partido Colorado todo, alrededor de un Programa de Acción que haga honor al Partido de Batlle y que significa, sin vanidad pero sin renunciamiento a las responsabilidades de nuestro tiempo, poner nuestro pie, el de todo su Partido, delante de la última huella del Maestro…….

Como todo resumen, el que antecede es incompleto y sólo lo ampara la atenuante de que el lector podrá complementarlo con la lectura de su texto en otras páginas de esta edición. Pero más que el resumen lo que interesa es la filosofía inspiradora de ese Programa de Principios, filosofía inspiradora que permanecerá invariable, que será la misma cualesquiera sean los puntos concretos que, en cada caso, deban considerarse y debatirse en el seno de la Convención del Partido. Hemos sostenido más de una vez a lo largo de estos últimos tiempos, que concebimos al Batllismo de hoy, con lo fue en los tiempos de su Fundador, como una expresión de lo que en el mundo se conoce por la socialdemocracia y en este sentido hacemos nuestra —y este Programa de Principios la traduce adecuadamente a nuestro juicio— la fórmula social demócrata de tanta libertad como sea necesaria y tanta planificación como resulte posible. Afirmamos profundamente la necesidad de la libertad, porque sin libertad y sin libertades no habrá jamás, aunque se lo pretenda, dignidad humana; pero, paralelamente, consideramos que un sistema de gobierno que se agote en la consagración de la libertad y que no pueda dar seguridad de vida a millones de hombres no tiene derecho a considerarse instituido para la defensa de la libertad y el desarrollo de los individuos.




1983: Movilización social y negociación

Todos al 1º de mayo.
Compañeros:
Después de diez años de estar impedidos, por razones ajenas a nuestra voluntad, de conmemorar nuestro día, hemos ganado nuevamente la calle este 1º de mayo. Todos juntos debemos desbordar la explanada del Palacio Legislativo en este reencuentro de los trabajadores y el pueblo. Diez años de restricción de nuestras libertades y de obligado silencio, no han logrado acallar las voces de los trabajadores ni el apego de estos por sus organizaciones sindicales. No es casualidad que al impulso de estas, hoy nos propongamos efectuar una demostración multitudinaria.
En un marco de crisis en nuestro país, con nuestros salarios disminuidos a un grado que no permite ya ni una mera subsistencia, en un momento en que la desocupación se ha transformado en el gran flagelo de nuestros hogares y que la inseguridad social se ha impuesto en todos los planos, los trabajadores diremos nuestras verdades. Diremos nuestra opinión sobre lo que nos ha pasado a lo largo de estos años, sobre el momento actual y fundamentalmente plantearemos nuestra alternativa a la crisis, alternativa que a no dudar pasa por la libertad, por el trabajo, y por un salario decoroso. Todos juntos el 1º de mayo a enarbolar las banderas de lucha que siempre han cobijado a toda la clase obrera uruguaya.

Libertad Trabajo Salario Amnistía Plenario Intersindical de Trabajadores
PLATAFORMA DEL 1º DE MAYO
* LIBERTAD Y PLENA VIGENCIA DE LA CONSTITUCIÓN
* LIBRE AGREMIACIÓN DE EMPLEADOS PUBLICOS Y ESTUDIANTES
* RESTITUCIÓN DE TODOS LOS DESPEDIDOS
* PLENO EMPLEO Y 8 HORAS DE TRABAJO
* ABARATAMIENTO DE LA CANASTA FAMILIAR
* INMEDIATO AUMENTO DE SALARIOS Y JUBILACIONES
PLAN DE VIVIENDAS AL ALCANCE DEL TRABAJADOR Y REVITALIZACIÓN DE LAS
COOPERATIVAS DE AYUDA MUTUA
* ELIMINACIÓN DEL IMPUESTO A LOS SUELDOS
* DEROGACIÓN DEL TOPE DE 60 AÑOS PARA JUBILARSE
* EDUCACIÓN NACIONAL Y POPULAR -–AUTONOMÍA Y COGOBIERNO DE LA
ENSEÑANZA- NO AL EXAMEN DE INGRESO
* APLICACIÓN DE LAS NORMAS DE SEGURIDAD EN EL TRABAJO
* PLAN NACIONAL DE SALUD QUE AMPARE AL TRABAJADOR Y SU FAMILIA
* BOLETO SUBSIDIADO AL ALCANCE DE LOS TRABAJADORES
Plenario Intersindical de Trabajadores

Proclama leída junto al Obelisco por Alberto Candeau (27 de noviembre de 1983)
*“Correo de los viernes”, 2/XII/1983, págs. 12-13
Ciudadanos:
Los Partidos Políticos uruguayos, todos los Partidos Políticos, sin exclusión alguna, han convocado hoy al pueblo a celebrar la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su derecho al sufragio de aquí a un año, el último domingo de noviembre de 1984. Lo hacen al pie del Obelisco a los Constituyentes de 1830, autores del primer código fundamental de la República, en el que los orientales ratificamos nuestra voluntad de constituirnos en nación libre y soberana y consagramos la norma sesquicentenaria que instauró la noble práctica de renovar a los representantes de la ciudadanía mediante su voto libérrimo, en un día como el de hoy, el postrer domingo del mes que ya fenece. Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra. Y el pueblo ha dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica, jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque es un pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez, coraje e independencia, como el de aquel ya histórico 30 de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la imposición de los detentadores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que no a los dioses con pies de barro.

 A quienes, asentados en la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos
sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición democrática y republicana de la Patria. Ese mismo pueblo que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Si a los Partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28 de noviembre de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad y porque no ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su “autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana” y que su primer deberes poder deciros, un día ya no lejano, que “vosotros estáis en el pleno goce de vuestros derechos” y “ved ahí todo el fruto de mis ansias y desvelos, y ved ahí también todo el premio de mi afán”. El país se apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que todos los Partidos reclaman y que se precisaron en la declaración conjunta de los partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre, a iniciar nuevas conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas a  regular el tránsito de la actual situación de facto al gobierno de derecho a instalarse el 1° de marzo de 1985.

Los partidos políticos ratifican así su fe en el diálogo como el mejor método para restaurar las instituciones democráticas en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo político estará enmarcado, de su parte y al igual que en oportunidad anterior, por la defensa irrenunciable de los principios liberales y democráticos que configuran la esencia de la Constitución uruguaya desde la de 1830 hasta la de 1967, la cuál, además,ninguno de ellos considera necesario reformar en las actuales circunstancias. Ciudadanos: no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición de militantes de determinada colectividad política, autorizada o excluida, que no la negamos y que ostentamos con legítimo orgullo, cada uno según sus honradas convicciones. Hemos venido en nuestra  común calidad de uruguayos y de patriotas, herederos de un legado de libertad, de paz, de justicia, de respeto y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia. Dirigentes, afiliados y simpatizantes de todos los Partidos Políticos, de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero que habrán de serlo, desde qué no se concibe la democracia sin el pluralismo político irrestricto, hacemos pública nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento de la libertad y la democracia. No existe discrepancia alguna, por profunda que pueda ser, que autorice a comprometer el destino libre y democrático de la República.

El gobierno de facto al que la República fuera sometida hace más de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento artificial, incrustado por la fuerza en la vida colectiva. Su aislamiento en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también su aislamiento internacional ante el conjunto de las Naciones democráticas del mundo. Por ello hemos venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo, de restituir a la Nación su dignidad, al país su prestigio, a la Constitución su intangibilidad, a los Partidos Políticos su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos, a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho a ganar el pan con el sudor de su frente.

Restituiremos así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar. Y volveremos a hacer de ella una tierra de libertad. De libertad y también de orden. Pero orden emanado del estricto cumplimiento de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que archiva la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y garantido por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos, que hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas, con la frente muy alta y la conciencia tranquila.  Con esta conciencia tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos y Partidos, sabedores de que la democracia es incompatible con estas arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer la postergación de quienes se postulan ante ella para el desempeño de los cargos de gobierno. La victoria está próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionamiento público inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y de mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez cívica;  unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó. Victoria que nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente, se liberará de inmediato a todos los que fueron privados de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo largo de una década de ejercicio discrecional del Poder. Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos la inmensa dicha del reencuentro fraterno y de los que no están presentes, de quienes aún padecen injustamente la amargura de la prisión o del exilio. De aquí a un año protagonizaremos otra jornada cívica que quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los grandes fastos patrios.

El último domingo de noviembre de 1984 un Partido y sus candidatos emergerán triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad popular, la victoria será de todos. Como será de todos la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia, de soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas como quizás no las haya conocido el país en toda su Historia. Ese compromiso también lo asumen pública y solemnemente todos los Partidos Políticos, porque es imperativo irrenunciable del patriotismo que el próximo gobierno sea nacional, más allá de la filiación de los hombres que lo asuman, nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa conjunción de todos los sectores políticos y sociales, necesarios protagonistas del rescate del país. Ciudadanos: hoy nos hemos congregado al pie de este querido obelisco a los Constituyentes de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo. Y aquí hemos venido porque es con ese espíritu superior que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a la gran victoria común que, una jornada esplendida como ésta, celebraremos dentro de un año Por eso aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho flamear sus colores inmortales. ¡COMPATRIOTAS!: proclamemos bien al to todos juntos, para que nuestro grito rasgue el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño, de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír diga que no lo escuchó:
¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA LA LIBERTAD! ¡VIVA LA REPÚBLICA! ¡VIVA LA DEMOCRACIA!

20 años de democracia. Uruguay: 1985-2005: miradas múltiples*

*CAETANO, Gerardo . “Introducción general. Marco histórico y cambio político en dos décadas de democracia. De la transición democrática al gobierno de izquierda” en G. Caetano (comp.). 20 años de democracia. Uruguay 1985-2005: miradas múltiples. Taurus, Montevideo, 2005. Páginas 19 – 48.

La transición democrática (1985-1989)
En otro texto escrito en colaboración con José Rilla4, señalábamos como premisa conceptual que la transición democrática efectiva no había tenido lugar durante el último tramo de la dictadura (1980-1985), que caracterizábamos como dictadura transicional. La verdadera transición democrática se inició, a nuestro juicio, con la asunción de las autoridades constitucionales electas en los recortados comicios de 1984 (con personas y  partidos proscriptos). Esta faena, que incluía una amplia agenda de temas (amnistía para los presos políticos, investigación y despacho a la justicia sobre la autoría y  esponsabilidades de las gravísimas violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura, restitución o compensación a los funcionarios públicos destituidos, regularización en el
funcionamiento de las instituciones dentro de un Estado de derecho pleno, etcétera), terminó siendo sin duda la principal tarea que debió enfrentar el primer gobierno democrático posdictatorial,

Dejando rápidamente atrás lo acordado en la Concertación Nacional Programática (CONAPRO) por los partidos y los principales actores sociales, el nuevo gobierno liderado por el presidente Sanguinetti estableció lo que dio en llamarse un gobierno de entonación nacional, con el establecimiento de un acuerdo limitado (pero operativo) con el Partido Nacional, liderado entonces por Wilson Ferreira Aldunate. Este se concretó a través de la presencia de figuras de extracción blanca en el gabinete y en otros cargos públicos de relevancia, a título personal pero con respaldo partidario (entre ellos nada menos que Enrique Iglesias al frente de la Cancillería en un período decisivo, y una coparticipación
efectiva en directorios de empresas públicas y entes autónomos), y con una pauta activa de gobernabilidad en el Parlamento, anunciada y luego aplicada por el Partido Nacional bajo liderazgo wilsonista.

Como práctica innovadora, que lamentablemente luego no se continuó, se adjudicaron también seis cargos de dirección en el Estado al Frente Amplio, lo que, si bien no configuraba un acuerdo de gobierno, traducía una vocación de reconocimiento eincorporación de la izquierda a un esquema de mayor presencia en la fiscalización de las tareas gubernamentales. Se trataba, en suma, de un gobierno de partido minoritario que contaba sin embargo con un esquema de gobernabilidad amplio garantizado por el Partido Nacional (en especial verificado en el Parlamento y durante el período 1985-1987), lo que no obstó a menudo a arduas negociaciones de los asuntos caso a caso. Existió también durante este período el instrumento de las llamadas reuniones de cúpula (entre los principales dirigentes de todos los partidos con representación parlamentaria).

Como dijimos, la faena principal del primer gobierno de la posdictadura fue consolidar la pendiente transición democrática que habían dejado notoriamente inconclusa los militares, lo que finalmente se realizó de modo polémico y en el marco de fuertes controversias, en particular con la sanción parlamentaria de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, votada en el Parlamento en diciembre de 1986. Esta norma fue objeto de severas acusaciones, como veremos, por la oposición de izquierda y sectores blancos y colorados que, juzgándola como una ley de impunidad, apoyaron a las organizaciones de derechos humanos y en especial a la de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos a los efectos de completar los requisitos legales para someter la ley aprobada al recurso de referéndum popular. Luego de un muy convulsionado proceso de junta de firmas, el referéndum se concretó finalmente en abril de 1989 y dio la victoria a quienes abogaban por la ratificación de la ley: un 55,44% del llamado voto amarillo contra el 42,42% del voto verde Merece destacarse que la ley le entregaba la llave de toda posibilidad de investigación y búsqueda al Poder Ejecutivo, el que además debía decidir qué casos se investigarían y quiénes los llevarían adelante.

En la propia implementación de lo dispuesto por la norma aprobada, el entonces presidente Julio María Sanguinetti ratificó su convicción de que la Ley de Caducidad debía significar un “punto final” y que por ello no era conveniente dar ningún paso “riesgoso” en el sentido de la investigación a fondo de lo sucedido, ni aun en la búsqueda de soluciones a temas traumáticos como el de los niños desaparecidos. En ese marco, se le encomendó al Consejo del Niño la tarea de investigar el destino de estos últimos (lo que desbordaba por completo las posibilidades y recursos de ese  organismo) y la investigación sobre la situación de los detenidos desaparecidos se confió nada menos que a un fiscal militar. La voluntad política de concluir todo debate sobre el punto, para muchos desbordando incluso los límites y alcances de lo dispuesto en la propia Ley de Caducidad, quedaba por demás de manifiesto. Ante esta situación irregular, los familiares de los detenidos desaparecidos se negaron a comparecer ante el fiscal militar designado. Como denunció la organización de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, “se llegó a la absurda contradicción de que, aun en los casos que el Poder Ejecutivo declaró comprendidos en la ley (que solo ampara a militares y policías) [...] el fiscal dictaminó que no existían pruebas de la participación de unos y otros”, con el resultado más que previsible del archivo de los expedientes. Incluso hasta en el caso de las denuncias de “las desapariciones producidas antes del período de facto y por tanto no comprendidas en la ley”, los jueces competentes se negaron a actuar y derivaron los expedientes al Poder Ejecutivo para que este determinara si tales hechos no estaban amparados en la caducidad, con el resultado por todos esperado8. Como se demostraría con el tiempo, la “solución” ante semejante temática no resultaba ni buena ni consistente, y las cuentas pendientes de los sucesos de la dictadura permanecerían vigentes — durante años en forma soterrada pero no menos efectiva— en la agenda política del país, para reaparecer con vigor años después.

Con sus cuentas pendientes, pero también con la legitimidad del pronunciamiento popular favorable en el referéndum de abril de 1989 y con el beneficio de mejores desempeños y logros en otras áreas (restitución de miles de funcionarios públicos, reconstrucción general de un clima de libertades, por ejemplo), la mayoría de blancos y colorados — aunque con disidencias internas, en especial entre los primeros— dio por concluidos los temas de la transición, y el gobierno consolidó sus esfuerzos en procura de un proceso de reordenamiento y normalización general y en favor de una administración de la crisis económica y social dejada como herencia por la dictadura. De todos modos, se consiguió avanzar en la recuperación de algunos equilibrios macroeconómicos (aunque dejando para el futuro gobierno un elevado déficit fiscal), creció el PBI, se logró un aumento efectivo en el salario real, se impulsó el retorno de la negociación colectiva tripartita al ámbito privado, descendió levemente y con altibajos la inflación, se obtuvieron mejorías importantes en los indicadores sociales más relevantes, se promovió el incremento de las inversiones en distintas áreas La agenda que predominó en las elecciones de 1989, que dieron finalmente el triunfo al Partido Nacional, así como el inmovilismo y el silencio que prevalecieron (con excepciones) hasta 1996 en torno al tema de las cuentas pendientes de la dictadura en materia de derechos humanos, parecieron confirmar por entonces la apuesta y el deseo de los líderes de ambos partidos tradicionales y de las Fuerzas Armadas de volver invisible y silencioso el tema. La historia por venir, sin embargo, depararía sorpresas al respecto y probaría con claridad que el tema no estaba zanjado.

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