EL FIN DEL URUGUAY LIBERAL
El fin del Uruguay liberal
NAHUM
Benjamín, COCCHI, Ángel, FREGA Ana, MARONNA Mónica, TROCHÓ N Ivette. El fin
del Uruguay liberal. Tomo 8. EBO-La República, Montevideo, 1998. Páginas.
99–105.
Cap. I -
Las bases de la crisis
A mediados de los años cincuenta, cuando los
estímulos de la guerra mundial y de la inmediata posguerra (que el conflicto de
Corea había contribuido a prolongar) habían desaparecido, afloraron con nuevo
vigor las dificultades de la economía uruguaya. La recuperación de Europa, la
creciente injerencia norteamericana en América Latina, el despliegue por parte
de esos países de políticas proteccionistas de los productos exportables de la
región, incidieron directamente sobre el indicador más receptivo a los cambios
de la situación internacional: la balanza comercial. En 1955 terminaron los
saldos favorables que habían pautado los diez años anteriores y se abrió la
época de los sucesivos déficits. La imagen de un Uruguay "de
excepción" se esfumaba junto con las reservas acumuladas en los años de
bonanza. Las deficiencias estructurales de la economía uruguaya, algunas de las
cuales venían de mucho antes, y que impedían un sostenido crecimiento armónico,
quedaron en evidencia. El estancamiento tecnológico-productivo del agro y los
límites de una industria de sustitución de importaciones reducida al mercado
interno, eran sus aspectos más salientes. Disminución de los saldos exportables
de origen pecuario, tasas de crecimiento negativo en la industria, reiterados
déficit presupuestales y recurso al financiamiento externo, expansión
vertiginosa del sector financiero y de las actividades especulativas, proceso
de inflación acelerada, configuraron algunas de las manifestaciones de la
crisis. Y todo ello acompañado por un clima de creciente tensión social,
agravada con la progresiva convicción de que no se trataba de una crisis
pasajera, sino que la estructura económica nacional ya no funcionaba más.
1.1.- El
prolongado estancamiento del agro
Los períodos de bonanza derivados de impulsos
exteriores no eran suficientes para disimular las dificultades que afrontaba la
producción agropecuaria. El estancamiento productivo y el atraso tecnológico
eran dos manifestaciones de una crisis que ya mostraba signos de gravedad desde
los años treinta.
Si recordamos el peso significativo de los
productos cárnicos en el conjunto de las exportaciones uruguayas, deduciremos
fácilmente cómo una crisis en el agro repercutía directamente sobre otras áreas
de la economía. La disminución de los saldos exportables derivada del mayor
volumen de carnes consumido por la población restringía las posibilidades de
obtener divisas, tan necesarias para las importaciones de insumos industriales.
Los años sesenta conocerían con demasiada frecuencia las "vedas”,
(prohibiciones de venta de carne vacuna, principalmente en Montevideo) para
poder cumplir con los compromisos de exportación contraídos con el exterior.
Al estancamiento productivo se sumaban
niveles extremadamente bajos de eficiencia. La lentitud de la crianza, derivada
de las restricciones de una alimentación todavía basada en la pradera natural,
y por tanto agudizada cada invierno, provocaba magros resultados. Y si la
tierra que podía dedicarse a actividades agropecuarias (más de 16 millones de
hectáreas) se empleaba prácticamente sin mejoras desde comienzos del siglo,
sólo la utilización de mayor y más adecuada tecnología podía mejorar
sustancialmente los índices de producción. Sin embargo, salvo algunos aportes
limitados en su extensión llevados adelante, por ejemplo, por la Comisión
Honoraria del Plan Agropecuario (creada a mediados de 1957), no se produjo un
accionar decidido de los productores en tal dirección.
Buscar explicaciones al atraso tecnológico
servirá, entonces, para interpretar las razones profundas del estancamiento del
crucial sector agropecuario. Incidieron en el mismo variables externas e
internas.
En primer lugar haremos referencia a la
condición dependiente del país. La participación uruguaya en el mercado mundial
era muy reducida, y nula su influencia en la fijación de los precios
internacionales. Para el período 1961-1963, según el Instituto de Economía de
la Facultad de Ciencias Económicas, la carne vacuna uruguaya (fresca, enfriada
o congelada) representaba el 4,3% del total comercializado en el mundo; las
carnes en conserva apenas el 2,2% y las lanas lavadas el 3,8% del conjunto de
las exportaciones mundiales en ese rubro.
Por otra parte, los países desarrollados, a
través de una política proteccionista, podían lanzar al mercado importantes
volúmenes de productos primarios a precios de "dumping"[1] (por ejemplo, la muy perjudicial Ley 480
norteamericana referente a excedentes agrícolas).
A su vez, al controlar servicios de depósito,
transporte, seguros, intermediación, etc., los grupos capitalistas de los
países dominantes obtenían márgenes de ganancia adicionales. A esto se sumaba
el deterioro de los términos de intercambio, esto es, que mientras los precios
internacionales de los productos primarios exportados por Uruguay crecían
lentamente e incluso decrecían, los de las manufacturas, maquinarias o
combustibles, subían a un ritmo mayor, necesitando así el país vender mayores
volúmenes de sus productos para adquirir la misma cantidad de artículos
extranjeros.
En segundo lugar, pero íntimamente relacionado
con lo anterior, están las variables internas.
Para los ganaderos, la razón fundamental del
atraso tecnológico y productivo derivaba del contralor de cambios, que limitaba
las ganancias que obtenían por la exportación de sus productos, desestimulando la
inversión en el sector. Sin embargo, modificada esa orientación a fines de 1959
mediante la Reforma Monetaria y Cambiaria que se analizará más adelante, ello
no se tradujo en una corriente de aplicación de capitales al mejoramiento de
los establecimientos. Por tanto, es necesario buscar otras explicaciones. En
este trabajo mencionaremos fundamentalmente dos:
a) Pese a los vaivenes que ha mostrado el
mercado internacional, los períodos de baja fueron relativamente cortos o
débiles como para conmover la base estructural de la actividad ganadera. Por el
contrario, las épocas de recesión, afectando en menor medida a aquellos
establecimientos con escasa inversión en mejoras, no incitaban a los ganaderos
a utilizar toda la tecnología de que disponían o a presionar al Estado para que
incentivara la investigación de esa área.
Si los rendimientos que se obtenían eran bajos, los costos debían ser bajísimos para lograr niveles de ganancia aceptables: emplear poca mano de
obra (en campos de más de 5.000 hectáreas de extensión, según el Instituto de
Economía, la población ocupada era apenas de 2,3 personas por cada mil
hectáreas), alimentar el ganado con
pasturas naturales, reducir la inversión en
maquinarias y equipos, etc. "Un
productor ganadero que desee incrementar sus ganancias — sostiene el
investigador británico Henry Finch— actúa más racionalmente cuando compra o
arrienda más tierra, que cuando trata de usar más intensivamente la que
tiene".
La ganadería extensiva se ratificaba a sí
misma, pero el beneficio del productor individual iba en perjuicio de la mayor
producción nacional.
b) El doble carácter de la tierra, que
adiciona a su función productiva el ser un objeto atractivo para la inversión
especulativa, también opera como freno al mejoramiento tecnológico. En una
época de crecimiento inflacionario, los bienes inmuebles se transforman en
inversiones deseables pues pueden mantener el valor real de los capitales. Pero
en tanto pasa a ser "objeto de un mercado
especulativo, la tierra comienza a deber su valor no sólo a la renta que
produce su explotación —afirma Finch— sino a la
existencia de compradores que
esperan obtener por ellas mayores precios en el futuro". Esto, obviamente también repercutía en un alza de los
arrendamientos rurales. Pero así como era redituable invertir capital en
tierras, no lo era tanto hacerlo en mejoras, puesto que en los negocios
inmobiliarios los precios no reflejaban el capital invertido en las mismas (si
lo que prima es el uso especulativo de la tierra, no
importaba tanto su mayor capacidad
alimentaria lograda con praderas artificiales).
En definitiva, la base estructural del agro
no sufrió cambios significativos. Se privilegiaba la concentración de la
tierra, pero se mantenía un elevado número de predios con extensiones
francamente insuficientes. Las modificaciones producidas obedecieron a cambios
en el destino de las tierras, aunque sin afectar el absoluto predominio de la
ganadería (el crecimiento agrícola de los años 40 y 50 se hizo en detrimento de
campos de pastoreo; un proceso inverso se iniciaría en los años 60).
Los productores rurales no presionaron por la
renovación tecnológica sino que utilizaron toda su fuerza para obtener del
Estado diferentes tipos de estímulos económicos; subsidios, devaluaciones,
rebajas impositivas, créditos baratos, etc. Disminuir a lo niveles mínimos
posibles la inversión para aumentar las tasas de ganancia, fue una de las
políticas adoptadas. Esto repercutió negativamente en otros ámbitos de la
economía nacional. Por un lado, las ganancias no reinvertidas en el sector se
orientaron hacia actividades no productivas: negocios inmobiliarios,
especulación con moneda extranjera, fuga de
capitales, etc.
Por otro, se afectaron las bases del
crecimiento industrial orientado hacia la sustitución de artículos importados.
1.2.- El
agotamiento del modelo industrial de sustitución de importaciones
La coyuntura derivada de los efectos de la
crisis de 1929 había favorecido en Uruguay la expansión de un proceso de
crecimiento industrial basado en la sustitución de importaciones (esto es, el
aumento de la participación de la producción industrial en el producto bruto, a
la par que declina la importación de bienes manufacturados). El apoyo brindado
por una política proteccionista a cargo del Estado, así como la coyuntura de la
Segunda Guerra Mundial, la posguerra y aún el conflicto de Corea, le habían
dado nuevos impulsos. Pero tal como lo reconocería la CEPAL[2]
años más tarde2, "una política que insiste en
la sustitución de importaciones y en el financiamiento externo, y que no logra
incrementar las exportaciones, tiende a perder su eficiencia, con frecuencia,
en un plazo relativamente corto".
Es que la viabilidad del crecimiento de una
industria de bienes de consumo corriente, cuyo destino principal era el mercado
interno, dependía básicamente de los siguientes factores:
i) la importación de tecnología (maquinarias,
etc.), combustibles y eventualmente materias primas o productos intermedios;
ii) el aumento sostenido de las exportaciones
— ya sea a través de la promoción de nuevos rubros o del incremento de los
tradicionales— , cuyas divisas puedan transferirse al sector industrial, para
la importación de los insumos antes señalados; y
iii) un mercado interno en expansión, con un
nivel de remuneraciones que garantice una demanda sostenida de los productos de
origen industrial.
El fin de las condiciones externas favorables
indicaría, con crudo realismo, los estrechos márgenes de superación que podía
permitir un crecimiento en dependencia. La expansión industrial, si bien había
disminuido el peso de las importaciones de bienes de consumo, había aumentado
la demanda de bienes de capital, petróleo, maquinarias, etc., lo que operaba,
en definitiva, en beneficio de los países dominantes. La necesidad de divisas
para la adquisición de los insumos para la industria se volvió desproporcionada
respecto al rendimiento de las exportaciones, fundamentalmente agropecuarias,
las que además de evidenciar un estancamiento en cantidad (por lo ya dicho),
sufrían un retroceso en su poder de compra, por la acentuación desfavorable de
los términos de intercambio.
Contener las importaciones suponía disminuir
los niveles de actividad industrial; mantenerlas, iba en contra del equilibrio
de la balanza de pagos[3],
ya que, al no alcanzar las divisas producidas por las estancadas exportaciones
agropecuarias, debía recurrirse al financiamiento externo o a las reservas de
oro y divisas del país para saldar los déficit del intercambio comercial.
Según datos de la Comisión de Inversiones y
Desarrollo Económico (CIDE), la producción manufacturera total creció a una
tasa del 3,5% acumulativo anual desde mediados de los treinta hasta 1961. A lo
largo de esos años pueden distinguirse, sin embargo, tres períodos: hasta fines
de la guerra mundial, una expansión lenta (0,5% anual); desde allí hasta 1954,
un crecimiento del 8,5% anual y desde entonces hasta la fecha del informe, un
nuevo período de estancamiento, con un ritmo acumulativo de 0,3% por año,
inferior al crecimiento de la población. Concluía el informe de la CIDE que en
los veinticinco años que transcurrieron entre 1936 y 1961 "solamente hubo nueve años de
verdadero dinamismo en el proceso de desarrollo industrial".
A su vez, la industrialización se realizó en
muchos casos en forma indiscriminada, en condiciones de gran monopolio de
hecho, con miras sólo a un mercado nacional reducido y muy protegido. Este mercado no sostuvo el
impulso al crecimiento que se verificó en la segunda posguerra: ni en la
cantidad de consumidores (endémico problema demográfico uruguayo) ni en su
capacidad de consumo (con salarios que primero se detuvieron y luego empezaron
a declinar por la inflación). La industria nacional encontró su límite en el
mercado interno demasiado pronto como para poder consolidarse.
Este proceso de contracción industrial
evidenciado desde mediados de los cincuenta, con la consecuente disminución de
la mano de obra efectivamente ocupada, conducía, al igual que el estancamiento
agropecuario, a una inversión fuera del sector de los capitales generados,
hacia colocaciones no productivas: se abría así un período de auge para la
especulación financiera.
1.3.- El
auge de la especulación financiera
Como se dijo precedentemente, la disminución
de las inversiones en áreas productivas corrió paralela con el auge de las
actividades especulativas[4].
Operaciones inmobiliarias, acopio de mercaderías, compra-venta de moneda
extranjera ofrecía mayores seguridades o beneficios en una economía de inflación
creciente. Y por supuesto, la "fuga de capitales" (colocación en
otros países) también brindaba condiciones atractivas para la realización de
ganancias.
El crecimiento del sector bancario era un
índice de tal situación: de 30 instituciones existentes en 1954 se pasó a 45 en
sólo cinco años. La banca jugaba un papel fundamental como agente del comercio
exterior (prestando a los importadores la moneda extranjera necesaria para sus
compras al extranjero y anticipando a los exportadores las sumas que recibirían
por sus ventas a otros países) y del mercado cambiario. Una de las operaciones
frecuentes de los ganaderos en el período, esto es, la retención de la zafra
lanera presionando por una devaluación del peso que significara mayor cantidad
de moneda nacional por sus productos, no habría podido concretarse sin un gran
apoyo financiero. Y ese respaldo lo
obtuvieron de las instituciones bancarias, a
las que además de estar vinculados por negocios, muchas veces integraban como
accionistas y miembros de sus Directorios. La aplicación de los capitales a
actividades especulativas, sumado al proceso de inflación acelerada (que dichas
actividades contribuían a acrecentar), distorsionaba el mercado de créditos.
Las tasas de interés — forma básica de remuneración del capital de préstamo—
crecieron hasta niveles totalmente desproporcionados como para financiar la
inversión productiva. Se privilegiaban los préstamos a corto plazo, indicados
para las operaciones
especulativas antes referidas, frente a los
de largo plazo, es decir, aquellos destinados generalmente a inversiones de más
aliento como la instalación de industrias, mejoras en el agro, etc.
Y cuando los depósitos nacionales no eran
suficientes, los bancos contraían préstamos con organizaciones bancarias extranjeras,
acrecentando así el volumen de la deuda externa.
EJERCICIOS
Lea y analiza el
fragmento del “fin del Uruguay Liberal” :
1.
Explique las bases internas y externas de la
crisis
2.
¿Cuáles fueron las razones profundas del
estancamiento del Sector agropecuario?
3.
¿Qué fue la reforma cambiaria y monetaria de
1959?
4.
Relaciones el fracaso del modelo ISI con el auge
de la especulación financiera.
[1] Dumping- consiste en vender a precias más
bajos que los de mercado, y con frecuencia por debajo de los costos de
producción con el objeto de
vencer a la competencia
[2] CEPAL (Comisión Económica para América
Latina, organismo especializado de la ONU). Contribución a la
política de integración económica
de América Latina, 1965
[3] Balanza de pagos: relación existente en
los intercambios económicos financieros realizados entre un país y otras
naciones.
[4] Actividades especulativas: aquellas que no
se limitan al intercambio de mercaderías con el propósito de obtener
ganancias por la mediación, sino que
pretenden aprovecharse de las diferencias de precios, que incluso sus agentes
presionan para producir
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